Atenco
Otra vez el averno ataviado con una lluvia de excremento
hizo inundar los drenajes de la razón.
Su doctrina milenaria se comió el vuelo de los colibríes;
su atavismo de oscuridad apestosa defecó cráneos limosneros;
su rancia y socarrona sabiduría de cadáveres vendió las auroras;
su proclividad por cuerpos desollados y ratas adobadas hurgaba en las placentas.
Una vez mas y con el viento encadenado a un nosocomio
se aprestaron a destajar la humanidad sencilla.
Y con el vientre crujiendo hierros retorcidos, pólvora, inmundicia
abrieron un pozo profundo en el alma de las estrellas
Todos los aromas del día habían sido
encarcelados en los bolsillos de los poderosos
quienes ese mismo día y sin sus túnicas arrebatadas a la historia,
aunque apresurados, amamantaban a las madres del averno
Una vez mas los diccionarios se desgranaron
para formar ríos de mugre periodística
y a través del éter nos saludaron
con sin igual dientes blancos, alevosía rancia y ventaja trapera
los dioses embarrados y panzones de manjares jurídicos.
y con sus manos llenas de brillantes,
llenas de patos muertos, de ratas trajeadas, de luces hipotecadas
y un amplio horizonte sin su sol
salieron a morder los corazones de la gente.
Se veía venir entonces una multitud de palabras mudas cargando
a cuestas su dolor gramatical:
no había tormenta alguna que expresara con relámpagos
el gabinete de bestias sedientas de ignominia,
ni armas capaces de cortarle las alas al pecado.
Llegaron con un sol cargando su propia sepultura
en las narices y empezaron
a orinarse en las flores, a comerse la mirada de los pájaros
y a pisotear todas las fragancias níveas: los pétalos
se estremecieron de coraje.
En la oscuridad comieron excremento mezclado con su sombra:
los pétalos se estremecieron de coraje
y desde los ojos vidriosos de la noche tendieron una red
de banqueros babeantes: los pétalos se estremecieron de coraje,
y así poder mancillar a los planetas con pólvora y dádiva política:
los pétalos se estremecieron de coraje.
Ay de nosotros.
Ay de todos los árboles sin su acha
Ay de los lirios sin su agua podrida
Y las mortajas bailarinas en la casa de los dioses etéreos
Ay de nosotros
Ay de todos los niños sin su edad
Ay de los ancianos sin sus arrugas
Ay de los campos cultivados con mansedumbre e ignominia
¿Vendrán los rencores cabalgando sus violines?
¿Vendrán las pasiones calientes a leerle las manos al destino?
¿Vendrán los amigos muertos con sus tumbas en forma de cañón
A vendernos condominios en la casa de la historia?
¿Vendrán los enemigos de las rosas
con sus maletas llenas de oscuridad y putrefacción
A vendernos los atardeceres en forma de ventana?
¿Quien nos asistirá en el derrame de rencor?
¿Quien nos asistirá cuando el dolor mate a dios?
¿Quien?