EL SI Y EL NO
Como agua rancia y dulce,
un arco se pandea y se hunde
en el espasmo de la vida cotidiana.
Un tiempo decapitado y de
albatros de playa dulce
viven sus sonrisas por la noche,
llueve y el viento duerme a lo largo de
ella.
Un alto rugido y una secuencia de aromas
despiertan a las roca de donde manan
redención.
Abrir y cerrar y en medio… lodo aceitoso,
caderas de búho diurno, ojos de buitre
desvalido y soñador petrificado por el
verdor,
que se desliza infinitamente en la luz
azarosa
y los árboles purificados con éter
hipotecado.
No hablar para no crecer y no nacer para no
adorar a Dios
y recurrir al sonido de la prohibición antes
muda,
antes amable, antes de perecer
corriendo y que salta a la vía del rostro
materno,
ciego y adolecente permitido y no deseado
aunque alargándose a instantes prorrogados
y fecundos
a la orilla de la
decisión impugnada por una
rosa de los vientos borracha y pordiosera.
El aleteo mundano de la memoria que penetra
en los poros del aire fresco enraizado y
amigo
de las almas perdidas en las calles
adoquinadas
de los pueblos creados con polvo lunar,
sudor perdido derramado sobre espejos,
sobre oro falso, canchas superfluas y
montañas adormecidas por la escritura
que derrama el caudal necio pero seguro
de las leyes impuestas a golpe de ríos
revueltos.