Esquinas
Cuando el grillo de la noche se aparea
con las estrellas.
Ellas en su fervor por el firmamento
se vuelven collar de perlas
de la luna para que ella
se pueda bañar en el río.
Un botella con frío
se agiganta hasta las nubes,
pero la luna que es sabia y eterna,
desparrama su blancura
sobre el cuello risueño de aquella.
Así se activan
las cuatro esquinas del mar,
el sombrero del viento,
la cartera de la luz y
un poco de sabiduría
del averno.
Con el imperativo categórico
de las esquinas de un beso perenne
e el escalofrío ontológico
de un abrazo permanente
la circunferencia del
mundo se torna una perla.