Remanente
Un remanente de aves impuras llegó
al incipiente dolor
del atardecer.
Quizá era blanco quizá era herido
el canto suyo
pero marcado por el
sol fecundo
con los papeles del
alba, hizo una torre.
Llegaban entonces las luces ataviadas
de rocío y
muchas almas
insensatos instantes se arremolinaron
en el camino oscuro
y los ojos
enmudecieron.
Llegaron también las fábricas de placer y
dolor
a establecerse en el arco iris maduro
de los artesanos de la política:
mucho alcance
determinaron su saber pues
con los bosques rojos
se liaron a documentos.
Siempre andando por los surcos del alba
y con un dolor en
el rugido derecho
también los coches de los
condes
se maravillan con las tetas
de las nubes
No me mal entiendan decían las aves doctas,
no me mal entiendan decían las
ánimas acaudalas,
pero sobre todo no derramen
su dolor sobre los anales
de la historia.
Sobre todo mírense los instintos,
sobre todo jálense los instrumentos
necesarios;
jálense todos los días harapientos
de la semana arrabalera
pero no hablen con los dioses de las
rocas transparentes
que los puede
convertir en billete de lotería.