Los seres sin cabeza
Cuando llegó el cielo con sus nubes y truenos,
el alba enrojecida empezó a vociferar
pedazos de doctrinas sepultadas en el ayer
Y sin más preámbulo las almas almacenadas
en los caminos arrojaron sus vestimentas
a la noche que reticente a bordar su manto
con estrellas, dejó caer el libro de los pecados
y sus páginas fecundaron por una sola vez el
estruendo de los pesares del horizonte.
Los seres desnudos crearon altares
y caminando hacia un precipicio
se arrancaban la cabeza y la metían en las
entrañas que por solo un día se abrían.
Los seres sin cabeza se arrojaban al precipicio
donde los esperaba una biblioteca construida con espadas.
Ahi los seres sin cabeza extraían sus cabezas
de sus entrañas y empezaban a cantar:
Recuenta, recuenta y cuenta
los enigmas de la bondad de los poderosos
Las sonrisas de los reyes, la tez rosada de la reinas
y el resplandor sangriento de sus espadas.
Recuenta, recuenta y cuenta
la extensión lacerante del látigo de los amos,
la dulzura de sus monedas
y la fabril rosa virginal de sus sirvientas.
Recuenta, recuenta y cuenta
Enseguida los seres sin cabeza colocaron sus manos sobre el pecho
y dejaron que sus cabezas penetraran en la biblioteca de espadas
Una tormenta de letras y cuchillos cerró la puerta de la biblioteca
y una cama de dolores llevó a los seres sin cabeza
al estadio de deportes ísticos e imientos.
Luego allí un esplendor de quejumbres avasalló el entendimiento
que concluyó en un desierto de ojos abiertos
llorando discursos de los presidentes del mundo.
Entonces los seres sin cabeza retornaron
a su cuerpos pero esta vez éstos se habían convertido
en abecedario.